Siéntanse libres de comentar, especular o teorizar acerca de la resolución del caso o de la belleza y/o pericia de sus autores intelectuales.

domingo, 26 de agosto de 2012

Pescao Frito Un Crimen - Capítulo 13 - Interrogatorio a las marías caleteras


-Aquí estamos, Antoñete, de nuevo en la Caleta, a ver si las marías de la Asociación del barrio saben algo… ¿Antoñete? ¿No me oye?- dije al ver que no reaccionaba.          
-Uy, perdone, que estoy con los cascos escuchando musiquilla y se me ha ido el santo al cielo. Sí, entrevistar a las marías del barrio, ya estamos llegando, tomo nota de todo lo que digan.
            -Eso, Antoñete, no se me distraiga ahora, que falta poco para resolver el caso- dije mientras nos acercábamos al grupo de mujeres-. Señoras, soy Chano, detective Gaditano, y vengo a hacerles unas preguntas referentes al crimen que ya saben.
         Las mujeres, que estaban jugando al bingo rodeadas de algunos niños empezaron inmediatamente a hablar sin necesidad de que les hiciese pregunta alguna: 




-Uy, sí, el asesinato, qué cosa más rara, con lo tranquilita que es esta playa. ¡Borja, como te ajogues te mato! ¡Las dos horas de la digestión!
 -Aro, pero nunca se sabe cuándo puede pasá algo raro en verdá, y cualquiera sabe quién habrá hesho, con to los majarone que tiene que habé por ahí. ¡Niña, pásame el cocacola lai! Joé, na má que me falta un numerito pa hacé línea.
 -Y que en verdá el Catavino le caía malamente a tó el mundo, que  era un esaborío y un sieso. Ira, iba al mismo bar tó los sábado, pedía pescaito frito y, cuando se lo traían, siempre le echaba la bulla al camarero. ¿Qué esto es pescao frito? ¿Pescao frito? ¡Pescao frito un crimen!, disía. Siempre iguá, pa echarlo, y la mujé con la cara colorá.
  -Bueno, señoras, pero háganme caso, que el método es el método- dije tratando de reconducir la situación para poder preguntar algo.
  -Uy sí, perdone, señor detertive, qué mala educación ¿Quiere usté algo de comé? Tenemos aquí en los tapergüé tortillita de patatas, cazoncito en adobo, filete empanáo, menudo, piriñaca y papas aliñás- enumeró desplegando diversos tapers como si de naipes se tratase-; de postrecito tenemos melón. Y de bebé na más que cocacola lai, que hay que guardá la línea.
  -No, muchas gracias, no sería correcto interrogarlas con la boca llena- rechacé-. Así que pensaban que era un sieso y que su mujer no se lo merecía, ¿no?

            -Po sí- respondió una de ellas al tiempo que a voz en grito se volvía hacia el agua-. ¡Pepi! ¡Que no le haga ajogailla a tu hermana!- volvió a mí-. A vé, un tío como ese, que le tiraba a los palomo, que era un pejiguera, tor día de mala leche… a la hija le hasía la vida imposible también. Que no la dejaba de viví. Y la mujé… ¡una santa!
            -Pero santa- intervino otra-. Que lo quería, joé, por mucho que fuera un shufla. ¡Borja! ¡Te vi a tirá desde aquí con la chancla y va a llorá pero con rasón! Mire, detertive, yo los conozco a los do de to la vida y sé lo que me digo. Que él tenía un pronto mu suyo.
            -Y tanto, yo me acuerdo en la comunión de mi Raulito, la que lió, que no dejó títere con cabesa. Que se pasó con er rioja y nos puso la cara colorá a tos, y a la mujé la primera.
            -Iguá que en to los saraos- dijo otra poniéndole la mano en el hombro a la que había hablado, para tranquilizarla-. Me acuerdo yo de una boda que también dejó en ridículo a tol mundo.
            -Pero vamo, que yo estoy con el pulisía, detertive. Que no sé yo mu bien a qué viene hablá de crimene. Nosotra llegamo mu tempranito y no vimo na raro.
            -Dice que llegaron temprano. ¿Catalino ya estaba aquí o llegó después?

          -Estaba ya ahí- intervino otra-. Lo que pasa es que cuando había barbacoa de Carranza el gachón empalmaba, er muy tajarina. Como tenía que cogé sitio pa la familia…
           -Y pa vé las gachí en cuero, vaya- dijo otra-. Se pasaba la noche de cachondeo y cuando ya no podía má colocaba la sombrilla y la mesita y dormía la mona hasta por la mañanita.
            -Vamo, que le pudo da un coma elítico de eso por la noche y quearse ahí.
          -Ya. Claro- dije-. Bueno, han sido de gran ayuda. Antoñete, aquí hemos terminado, vamos a casa. Ya se han acabado los sospechosos.
            -Vaya con Dió- nos dijeron mientras nos alejábamos-. Cogé por la sombrita.
            -Diario de Chano- dije, y Antoñete cogió raudo la libreta-. Las bingueras parecen tan culpables como el resto de los sospechosos. Es decir, motivos tenían, como todos, pero tampoco demasiados. Oír a esas cinco mujeres hablando a la vez me ha recordao a los corifeos griegos.
            -¿Corifeo que é lo que é, jefe?
            -Usted a escribir y a callar. Ahora vamos a tomar un cafelito que esta va a ser una noche larga atando cabos y repasando pruebas. Mañana es nuestra cita con Peláez. La suerte está echada. 

1 comentario:

  1. Y a mí que estas marías y los gritos a sus hijos en la playa me resultan familiares, oye...

    ResponderEliminar