Siéntanse libres de comentar, especular o teorizar acerca de la resolución del caso o de la belleza y/o pericia de sus autores intelectuales.

lunes, 30 de julio de 2012

Pescao Frito Un Crimen - Capítulo 6 - La Jessy



La hija del difunto Catalino Andrade, la tal Jessy, me aceptó un refresquito en el bar El Pescailla, allí mismito, al lado de la playa. Cuando se repuso un poco comenzó a hablar, sin necesidad de preguntarle nada. Así daba gusto.
            -Yo es que no me fío un pelo der madero ese que lleva er caso- dijo-. Y ustedes dijístei que era un asesinato- comenzó a llorar. 



            -Antoñete, pásele un pañuelo a la chiquilla, hombre de dios.
            -Jefe, es que yo el moquero lo tengo hecho un cisco, que a mí con la alergia…
            -No pasa na- atajó la joven, cogiendo una servilleta del dispensador y dejándole un de nada verde al Gracias por su visita-. Ira. No me extrañaría que a mi pare se lo hubieran quitao denmedio. Es mu suyo- se paró en seco-. Era. Era mu suyo.
            -Me hago cargo, señorita. Le acompaño en el sentimiento- dije.
            -Grasia. Mire, no le vi a engañá. No se llevaba bien con nadie. Era un malage con tol mundo, asín que yo creo que enemigos tenía a puñaos, ¿entiende?
            -¿Un malage?
            -Jí. Un malage de cuidao. Siempre se estaba quejando por to. No estaba contento con na. A tor mundo le disía las cosa a caraperro. Una ve fuimo al aguasherry y se peleó con un nota disfrasao de derfín porque disía que qué porquería era el tobogán ese… ¿tobogán? ¡Tobogán un crimen! Y to porque se había raspao un poquito er codo al bajá. Y er nota disfrasao no tenía na que vé, pero cuando se ponía asín…
            -Entiendo. ¿Y con usted? ¿Se llevaba mal también?
            -Conmigo con la que peó se llevaba- dijo, y soltó una risa nerviosa-. Yo era la niña de sus ojo, ¿sabe? Pero despué nunca quiso similá que mabía hecho adurta. Me quería controlá la vida tor tiempo, ¿sabe? Llevaba sin hablá cormigo por lo meno un año, desde que empecé a salí con el Luiti.
            Miré a Antoñete con disimulo. Él señaló una página de su libreta y asintió con la cabeza. Era uno de los nombres de la lista de testigos. El Luiti, el guapete que cantaba carnavales con sus amigos y vino corriendo a ver qué pasaba. Ya decía que se le veía afectado.
            -Desde que empezó usté a salir con el Luiti ¿eh?- pregunté con mi habitual tono sagaz y con los ojos entornados como quien intenta ver una película en 3D sin las gafas.
            -Posí, es que a mi pare no le gustaba na de na el Luiti
            -¿Y por qué?
           -Bueno, disía que no se fiaba de los comparsistas, que son mu ligones y que aprovechan su fama pa estar con una y con otra; disía que me iba a terminá haciendo daño, y que además no quería que después los vesino terminaran hablando de más. Pero amos, que no tenía razón, que eran pamplinas suyas. El Luiti es mu güeno y mesquiere una jartá, y me dice unas cosas más bonitas, y me canta unos pasodobles al oído... amos, que me tiene to flipá. Y yo se que toas las niñas piensan que está buenísimo y que se les cae to con él, pero na más que mesquiere a mí- dijo Jessy.
            -Mesquiere a mí...tomo nota- dijo Antoñete mientras escribía rápidamente en su libreta.
      -Comprendo, comprendo, que su progenitor sentía una franca animadversión para con su pretendiente, en definitiva- aseveré echando mano del florido lenguaje que aprendí en mis lecturas.
            -¿Qué dise, joé?- exclamó con la cara de quien intenta comprender un pasodoble de comparsa moderna- No entiendo ni papa de lo que acabas de decí, pero amos, que la cosa es que mi pare me tenía prohibío que viera al Luiti, y nos teníamos que vé de escaqueo pa que no se enterara.
            -Ajá, ajá, ese punto ha quedado claro y ¿algún punto más de fricción entre ustedes? O sea, que si había algo más de lo que usté hacía que enfadase a su padre.
            -Omeeee, ya te digo que era un rallao, que le molestaba to y que nada le parecía bien. Cada vez que llegaba a casa más tarde de las cuatro de la madrugá me echaba la bulla, cada vez que ponía reguetón o bricbi en casa, me echaba la bulla, cada vez que salía a la calle con las mallas ceñías, me echaba la bulla, cada vé que faltaba al insti, me echaba la bulla, cada vé que le pedía dinero, broncazo, cada vé que quería ver Gran Enano en la tele, broncazo, cada vé que me encontraba un paquete de tabaco en mi cuarto, broncazo, y la última y más gorda fue cuando me hice el tatu del tribal este tan guapo en el pie, que no vea la que me lió... pero era mi pare y yo le quería, joé.
            Amores imposibles… por poco menos que esto se han cometido crímenes inenarrables 

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